16 Jun El dilema del silencio
Cuando se habla de acústica arquitectónica, lo normal es relacionarlo con Salas de Concierto, Auditorios y Estudios de Grabación. Esta rama de la ingeniería, sin embargo, tiene una aplicación directa en cualquier lugar donde se genere sonido o ruido.
Todos hemos sufrido o gozado los beneficios de una buena o mala acústica. Hemos ido al cine y visto una película mientras escuchamos la que se proyecta en la Sala contigua, hemos ido a restaurantes o zonas de comida rápida donde es imposible platicar sin tener que alzar la voz. Hemos asistido a conferencias donde se nos dificulta entender al orador y hemos pagado miles de pesos por ver, y sólo ver, a nuestro artista favorito ya que nos es imposible disfrutar lo que están cantando.
Por otro lado, existen ejemplos donde la correcta implementación de principios acústicos es palpable ya sea dentro de un restaurante, el perfecto aislamiento de una sala de juegos dentro de una residencia o en una Sala de Ópera que sigue atrayendo espectadores de todos los puntos del país.
Las repercusiones de una mala acústica comienzan desde el salón de clase. En países donde se enseñan dos idiomas desde edad temprana se acondicionan las aulas con el fin de asegurar que lo que se enseña es claro y entendible. A nivel universitario es difícil garantizar que todos lo profesores tendrán una correcta pronunciación y volumen como para darse a entender ante un quórum de 20 o más alumnos por lo que es necesario prestar atención al diseño arquitectónico y de acondicionamiento acústico del recinto académico.
Existen algunas zonas habitacionales en la ciudad que “gozan” la ventaja de tener bares y gimnasios a la vuelta de la esquina. Desde el punto de generación de ruido esa situación se traduce en un breve momento de calma entre el cierre de operaciones de un bar, a altas horas de la madrugada, y el inicio de operaciones de un gimnasio donde las clases matutinas suelen ser acompañadas con música.
La realidad es que en México estamos acostumbrados al ruido. Lo sufrimos a diario en la oficina, debido al tráfico, la industria y los centros de ocio. Irónicamente, a veces basamos nuestra elección de un lugar de recreación en base al ruido que se genera dentro del mismo: a mayor ruido, mayor asistencia y por lo tanto más popular debe ser el lugar.
La pregunta aquí sería: ¿podemos acostumbrarnos al silencio?
En el ámbito puramente residencial, algunos de los factores de elección -y venta- de los nuevos desarrollos se encuentran la ubicación, la seguridad y la tranquilidad. Este último esta relacionado en un alto porcentaje con los niveles de ruido ambiental.
Los desarrollos campestres, ubicados en la periferia de la ciudad, se caracterizan por ser un escape al bullicio acústico generado por el tráfico y otras actividades como los comercios y bares.
Sin embargo, los niveles sonoros presentes en las áreas donde se construyen estos desarrollos son peligrosamente bajos. Tan bajos que es posible empezar a escuchar más allá de los “sonidos de la naturaleza”; de repente las conversaciones de los vecinos comienzan a ser completamente entendibles y por lo tanto se afecta nuestra privacidad.
Una vez que te has acostumbrado al sonido del silencio, hasta la caída de un alfiler empieza a ser notable. Afortunadamente, existe un grupo de desarrolladores en la zona norponiente de la ciudad que se están preocupando por devolver la intimidad a sus vecinos.
No todas las zonas con bajos niveles de ruido ambiental son adecuadas para cualquier actividad. Un hospital, por ejemplo, podría verse altamente beneficiado al ubicarse en una zona silenciosa pero generaría con su construcción una modificación a la infraestructura -carreteras y servicios- que alteraría por completo el mapa acústico de la zona convirtiéndola en un área con mayor nivel de ruido.
Por lo anterior es recomendable contar con el consejo de un especialista en la materia desde la fase de diseño de un proyecto sin importar la escala del mismo. Esto no sólo aseguraría la aplicación de un buen criterio sino que puede significar un ahorro al evitar implementar recomendaciones equivocadas.
Finalmente, no debemos olvidar que nuestro hogar representa un microcosmos donde existen varias áreas que no requieren compartir el mismo paisaje acústico: el sonido generado por un televisor no debería dominar la acústica de toda una casa ni tampoco debería obligarse a todos a escuchar la misma canción que se reproduce dentro de una habitación.